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¿QUE CREE SOBRE EL ALMA?
¿ES INMORTAL?

El presente artículo, y los dos que siguen, fueron escritos en atención a la circular que la Dirección de la Iglesia pasó a todos los oficiale con fecha octubre 8 de 1979.

La palabra “Alma” aparece muchas veces en la Biblia, pero no siempre con el mismo significado que nosotros le damos. A veces significa “vida” (Jn.13:37 con Mr.14:31), o “persona” (Gén.46:27).
Algunos afirman que el alma y el espíritu son una misma cosa; otros dicen que el alma no es más que la unión del espíritu y el cuerpo, pero la Biblia dice que el hombre tiene alma además de cuerpo y espíritu.

“Y el Dios de paz os santifique en todo; para que vuestro Espíritu y alma y cuerpo sea guardado entero sin reprensión para la venida de nuestro Señor Jesucristo.” 1Tes.5:23.

“Porque la Palabra de Dios es viva y eficaz, y más penetrante que toda espada de dos filos: y que alcanza hasta partir el alma, y aun el espíritu, y las coyunturas y tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón.” Heb.4:12.

Daddy John decía que el alma es el factor del hombre que piensa, siente, espera y determina, y yo no conozco otra definición mejor del alma.
Muchos religiosos enseñan que el alma es INMORTAL. Dicen algunos evangélicos que al morir el hombre, de inmediato su alma va al cielo a disfrutar de la presencia de Dios, o al infierno, a sufrir su castigo. Los católicos dicen que además hay un lugar intermedio donde las almas van a purgar sus culpas antes de entrar al cielo. Los teosofistas, espiritistas y otros grupos parecidos dicen que las almas de los difuntos encarnan de nuevo; otros dicen que las almas andan vagando, y así hay diversidad de ideas acerca del lugar y estado en que se encuentran las almas de los que han muerto, pero por diferentes que parezcan unas de otras, toda afirmación de que después de la muerte del hombre su alma permanece en estado consciente, presta apoyo a las doctrinas de error que conducen a la idolatría y a la evocación a los muertos, cosas que son muy abominables delante de Dios. Deut.18:11.
Yo creo que el alma muere temporalmente. Lo creo porque acepté la enseñanza que al respecto recibí de esta iglesia desde que pertenezco a ella.
La Biblia dice que Dios creó al hombre para que no muriera, pero le advirtió que moriría si comía del árbol de ciencia del bien y del mal; el hombre pecó al comer de la fruta prohibida, y por tanto murió, aun cuando el diablo le había asegurado que sería inmortal. Gén.2:7 y 3:4.
Una de las lecciones de la Escuela Preparatoria de Discípulos (segundo curso) se titula “Mortalidad del Alma”. Un mensaje del apóstol Angel M. Hernández, titulado “Unificando”, fue publicado en El Mensajero de los Postreros Días (Núm. de enero-febrero de 1955, Pág. 18) con el propósito de unificar la opinión del pueblo Gedeonista respecto a la mortalidad o inmortalidad del alma. Tanto en uno como en otro lugar se declara oficialmente que el alma es capaz de morir.
Algunos pasajes de la Biblia parecen indicar que los muertos siguen en estado consciente; entre éstos se halla la parábola del rico y Lázaro, la promesa hecha por Jesús al ladrón en la cruz, el anhelo de Pablo de gozar de la presencia de Dios, y la visión que tuvo Juan de las almas debajo del altar. Vea Luc.16:19-31; Luc.23:43; 2Cor.5.8; Apo. 6:9-11. Sin embargo, otros pasajes dicen claramente que los muertos están muertos, y que nada saben, y que así permanecerán hasta el día de la resurrección.

“Porque los vivos saben que han de morir: mas los muertos nada saben... También su amor y su odio y su envidia feneció ya: ni tiene ya más parte... en todo lo que se hace debajo del sol.” Ecc.9:5-6.

“Saldrá su espíritu, tornaráse en su tierra: en aquel día perecerán sus pensamientos.” Sal.146:4.

“Y tú irás al fin, y reposarás, y te levantarás en tu suerte al fin de los días.” Dan.12:13.

“Y esta es la voluntad del que me envió, del Padre: Que todo lo que me diere, no pierda de ello, sino que lo resucite en el día postrero.” Jn.6:39.

“Marta le dice: Yo sé que resucitará en la resurrección en el día postrero.” Jn.11:24.

Las parábolas sirven para ilustrar las ideas, haciendo más comprensible lo que se quiere decir, pero no debe atribuirse a todas sus partes una significación determinada*, sino más bien se debe atender en forma amplia a la enseñanza que trasmite. El pasaje del rico y Lázaro no es el relato de un hecho real, sino de una parábola; y aunque esa parábola parece apoyar la idea de que los muertos siguen en estado consciente después de la muerte, ¿podría aceptarse así, siendo que otros pasajes de las Escrituras enseñan lo contrario?
En cuanto al ladrón en la cruz, creo que la afirmación de Jesús no debe entenderse en forma literal, pues el Señor no habría prometido algo que no iba a cumplir, y ese mismo día el Señor no subió al cielo (Jn.20:17 con Hech.1:3), por tanto, aun cuando el ladrón hubiese ido directamente al paraíso en aquel mismo día, habría tenido que esperar 40 días para estar con Jesús. Esto debe entenderse como que las promesas de Dios son tan firmes como la realidad misma, es decir, que desde que Dios promete algo, eso puede darse por hecho ya, aun cuando la promesa no se convierta en realidad hasta bastante tiempo después. Así notemos que a Adam le fue dicho por Dios, tocante al árbol de ciencia: “el día que de él comieres, morirás”, sin embargo, Adam no murió realmente aquel mismo día, sino como 800 años después (Gén.5:3-5), pero aquel mismo día su muerte fue garantizada, y desde entonces ya se podía dar por hecho aunque ocurriera después.
Dice la Biblia en Col.1:18 y en Apo.1:5 que Jesucristo es el primogénito de los muertos (nótese que no es sólo el primero en resucitar, sino también el primero en morir), y sabemos que el primer hombre que murió fue Abel, y que muchos millones de personas ya habían muerto cuando murió Jesús, pero para que en todo tenga el primado, Jesús es también el primogénito de los muertos, porque ya se había ofrecido como inmolado desde antes de morir Abel. Apo.13:8.
Así como Adam murió 8 ó 9 siglos antes de morir, y así como el Cordero de Dios fue inmolado unos 40 siglos antes de ser consumado su sacrificio, también el ladrón está en el paraíso desde muchos siglos antes de que llegue a estar. Esto se comprende mejor teniendo en cuenta que si en la muerte no hay consciencia, y por lo tanto no hay noción del transcurso del tiempo, al momento de la resurrección parecerá que acabamos de morir. A sabiendas de esto fue que Pablo expresó su deseo de partir del cuerpo y estar presente al Señor, sin contar el tiempo que media entre uno y otro acontecimiento.
El relato de que Juan viera debajo del altar las almas de los que habían sido muertos por la Palabra de Dios y el testimonio; y que se les oyera clamar, y que se les respondiera, no quiere decir que esas almas estaban vivas porque no habían muerto al igual que el cuerpo. En primer lugar nótese que no es el relato de un hecho real, sino de una revelación, y que en esa misma forma Juan vio a esas mismas almas que vivieron y reinaron con Cristo mil años, aun cuando los otros muertos no tornaron a vivir hasta mil años después. Apo.20:4 y 5. Pero, ¿cómo puede explicarse que esas almas revivieran, tomando parte en la primera resurrección, siendo inmortales? ¿Puede alguien resucitar sin que haya muerto primero?
Juan oyó que clamaban, pero ese clamor puede ser como el de la sangre de Abel (Gén.4:10; Heb.11:4 y 12:24). Dios le dijo a Caín: “La voz de la sangre de tu hermano clama a mí desde el polvo de la tierra”, y no por eso creemos que la sangre tenga voz, sino que ante Dios todo está presente, por lo cual El puede ver lo que ya dejó de ser, y oir lo que ya dejó de hablar.
A las almas que vio Juan se les dijo “que reposasen todavía un poco de tiempo, hasta que se completaran sus consiervos...”, lo cual da a entender que se encontraban en estado de reposo (o inactividad) temporal, del cual habrían de salir cuando se completara el número.
San Pablo reprobó a Himeneo y a Fileto porque decían que la resurrección era ya hecha, 2Tim.2:17 y 18. Muchas son las citas bíblicas que declaran que la resurrección de los muertos se efectuará en el día final, no antes, lo cual quiere decir que hasta ese día los muertos están muertos. Vea 1Tes.4:16, además de las citas anteriormente señaladas.
El salmista David profetizó diciendo:

“Porque no dejarás mi alma en el sepulcro, ni permitirás que tu santo vea corrupción.” Sal.16:10.

Pero David no se refería a sí mismo, sino al Mesías que habría de venir, al Cristo, cuya alma, como caso excepcional, no quedó en el sepulcro; y cuyo cuerpo, como caso excepcional, no vio corrupción.
Si ninguna alma muere, entonces, ¿por qué el salmista tenía que hacer notar que el alma de su Cristo no quedaría en muerte, siendo esa situación común a toda la humanidad? En ese caso lo único excepcional en la resurrección de Jesús fue lo relacionado con su cuerpo, y bastaba con destacar esto.
El apóstol Pedro usa las palabras de David para convencer a los judíos acerca de la resurrección de Jesús, y les dice claramente que David no subió al cielo, sino que murió, fue sepultado y su sepulcro permanecía hasta sus días (Hech.2:25-35 y 13:35-37), así que Jesús subió al cielo, David no; el cuerpo de Jesús no vio corrupción, el de David sí; el alma de Jesús no fue dejada en el sepulcro (muerte), la de David sí; y si esto se dice de David, que fue una figura prominente del pueblo de Dios, se puede pensar lo mismo de todos los demás.
Jesús citó las Escrituras, donde Dios dice ser el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, y añade que Dios no es Dios de muertos, sino de vivos, porque todos viven en El; pero no dijo esto porque las almas de ellos están vivas, sino porque habrán de resucitar. Mat.22:31; Mar.12:26; Lc.2O:37. Con respecto a estos patriarcas el profeta Isaías dijo: “Tú empero eres nuestro Padre, si bien
Abraham nos ignora*) e Israel no nos conoce”, Isa.63:16, por lo cual se puede afirmar que hay conocimiento antes de morir, y se conocerá mejor después de la resurrección (1Cor.13:12), pero entre uno y otro trance nada se conoce.
Si el alma nunca muere, ¿cómo entender entonces las siguientes citas bíblicas?

“Mas el hombre morirá, y será cortado; y perecerá el hombre, ¿y dónde estará él? Las aguas de la mar se fueron, y agotóse el río, secóse. Así el hombre yace, y no se tornará a levantar: hasta que no haya cielo no despertarán, ni se levantarán de su sueño.» Job 14:10-12.

«Y su alma se acerca al sepulcro, y su vida a los que causan la muerte.” Job 33:22.

“Fallecerá el alma de ellos en su mocedad.” Job 36:14.

“Ninguno puede conservar la vida a su propia alma.” Sal.22:29.

“Presto morará mi alma en el silencio.” Sal.94:17.

“... buscan gloria y honra e inmortalidad...” Rom.2:27. (El que busca una cosa es porque no la tiene)

“Porque es menester que esto corruptible [el cuerpo] sea vestido de incorrupción, y esto mortal [el alma] sea vestido de inmortalidad.” 1Cor.15:53.

Al decir que el alma es el factor que siente, se debe aclarar que no se refiere sólo a la facultad de percibir sensaciones, pues esa facultad la tienen también los animales inferiores, ya que ellos ven, oyen, huelen, gustan y sienten el dolor, calor, frío etc. Al decir que el alma siente, debe entenderse que ella es capaz de abrigar sentimientos que elevan al hombre por encima del instinto animal.
Algunos hermanos están enseñando que el alma nunca muere, y a la vez admiten en sus enseñanzas que junto con el cuerpo mueren el pensar y las demás funciones intelectuales del hombre, citando a Ecc.9:5-6 y a Sal.146:4.
Yo opino que en esa enseñanza hay una contradicción notable, porque si el alma es el factor que piensa, ¿cómo puede morir el pensar y no el alma? Si el alma es el factor que siente, ¿cómo pueden morir los sentimientos (amor, odio, envidia, etc.) y no el alma? ¿Podemos imaginar un alma INMORTAL, y a la vez privada de la facultad de sentir y de pensar?
Tal vez mi humilde opinión no concuerde con la de la mayoría de los oficiales que también tendrán que exponer las suyas en la próxima Conferencia, pero a no ser que me convenzan que estoy equivocado, yo seguiré creyendo lo que aprendí en esta iglesia desde el principio, por lo cual no comparto con las doctrinas materialistas que atribuyen al alma una muerte absoluta, pero tampoco comparto con las doctrinas espiritistas que le atribuyen al alma una inmortalidad absoluta.
Creo que, como consecuencia de la caída del hombre, el alma muere temporalmente, pero habrá de recibir la inmortalidad el día de la resurrección.

Ob. B. Luis, Miami, Nov de 1979

*Al interpretar una parábola, tienen que considerarse principalmente su verdad primaria y su designio principal. Los detalles, aunque a menudo significativos, no han de ser examinados de un modo indebido; y el aspecto particular que presenta de la verdad divina no debe juzgarse de tal manera que se excluyan otros aspectos presentados en otras parábolas, o en las enseñanzas más directas de las Escrituras.
Ver «Parábola» en el Diccionario Biblico por W. W. Rand.

)*La expresión de Isaías: “Abraham nos ignora”, equivale a decir: “Abraham nos desconoce” o “ Abraham no está consciente de nosotros”; y si Abraham e Israel nada saben acerca de sus propios descendientes, es sencillamente porque al morir entraron en estado de inconsciencia, en el cual permanecerán hasta la resurrección de los justos.
Además, se debe considerar que quienes afirman que las almas de los difuntos ya están en el cielo o en el infierno se ven obligados a admitir que, aunque sus cuerpos habrán de resucitar, eso es algo que sucederá en el futuro, pues es evidente que hasta ahora sus cuerpos permanecen en la tierra. Teniendo esto en cuenta, hay que admitir que el cuerpo del rico no está en el infierno, ni el cuerpo de Lázaro ya está en el seno de Abraham; sin embargo, en la parábola se habla del dedo de Lázaro y de la lengua del rico como siendo capaces de ser mojados con agua, que es materia. Esto confirma que la escena representada en la parábola del rico y Lázaro es sólo en sentido figurado. No puede tratarse de un hecho real o posible.

En la XII conferencia internacional, la Junta de Arzobispos recomendó que en lo adelante no debemos predicar que el alma es inmortal, ni que es mortal, sino más bien decir que el alma permanece inactiva durante el tiempo que media entre la muerte y la resurrección.